billetesLos profesionales consultados señalaron que alcanzar esta cifra no es recomendable, considerando el actual escenario económico del país.
Nos acercamos a la mitad del año y con ello a la tradicional negociación entre el Gobierno, las organizaciones de trabajadores y el Parlamento para fijar un aumento en el salario mínimo.
Es en este escenario, en que los actores de la discusión ya han comenzado a lanzar sus cartas sobre la mesa para precisar sus posturas, y, desde ya, se avizora que será un arduo debate considerando el actual escenario económico en el país.
Mientras en la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) y la Central Autónoma de Trabajadores (CAT) están decididos a exigir $250 mil para este año, las autoridades aseguran que se llegará a dicho monto en la mitad del actual período presidencial, proyectando para la actual negociación una cifra entre $220 mil y $225 mil, debido a la desaceleración por la que atraviesa la economía nacional.
Luis Yáñez, experto en gestión organizacional, resolución de conflictos y negociación de la Universidad del Pacífico, comenta a Emol que no es viable alcanzar este nivel de sueldo en el plazo señalado, «ya que subir el sueldo mínimo en una cuantía tan alta (19%), puede finalmente terminar perjudicando a los mismos que se quiere beneficiar, provocando desocupación, primero, en los trabajadores más prescindibles, como trabajadores menos calificados o jóvenes con menos experiencia».
«Tampoco conviene que se llegue a esa cifra este año debido a que provoca presiones inflacionarias. Del punto de vista práctico, las empresas ya tienes sus presupuestos y planes financieros establecidos con anterioridad”, agrega.
Por su parte, Jeannette Kaz, directora de la carrera de Ingeniería Comercial de la Universidad San Sebastián, dice que «alzas suaves en el salario mínimo no necesariamente afectan el empleo o la inflación, pero un alza en menos de un año del 19%, justo cuando nuestra economía se está desacelerando y, de paso, tenemos una alta inflación, podría traer efectos negativos como: mayor desempleo, subempleo, incremento de la inflación, aunque también puede incentivar la inversión en capital como desincentivo de contratar más mano de obra».
Y añade que, «de todas formas, la cifra de $250 mil este año debería ser descartada; si lo hacen paulatinamente (en varios años) no existe evidencia empírica que afecte a la economía».
Una opinión similar tiene la economista del centro de estudios e investigación Libertad y Desarrollo, Cecilia Cifuentes, quien señala que “con un mercado laboral que pierde dinamismo, el monto de $250 mil tendría efectos evidentes en el empleo de los sectores menos capacitados, que podrían ser dramáticos para el empleo juvenil. Sin duda que un reajuste de esta magnitud tiene más costos que beneficios».
Sobre la posibilidad de llegar a este nivel de salario mínimo en 2015, Cifuentes considera que también es complejo, producto de que se daría un reajuste en torno a 10% durante estos dos años, en un contexto de escaso dinamismo en la creación de puestos de trabajo.
«Reajustes de esta magnitud podrían acentuar el aumento esperado en la tasa de desempleo. En 2013 se dio un reajuste de esa magnitud, pero en un contexto de mayor dinamismo laboral y de tasa de desempleo muy reducida”, precisa.
Salario mínimo diferenciado
Un enfoque distinto entrega el académico de la Facultad de Emprendimiento y Negocios de la Universidad Mayor, Julio Miranda, quien considera que se debería instaurar una estructura de salario mínimo diferenciado, “pues no se puede comparar la estructura financiera de las pequeñas empresas con las capacidades de las grandes empresas».
«Quizás destrabar este habitual nudo en la discusión legislativa pasa por reconocer estas realidades; reconociendo la real situación de estos segmentos es posible que los incrementos en el salario mínimo no impacten la productividad ni la creación de valor (…). Se trata del equilibrio entre los salarios del capital humano y las capacidades presupuestarias de las empresas, señala.
¿Cuál es la cifra y el plazo adecuado?
Hablar de monto siempre es un tema complejo, pues es una decisión de carácter multifactorial, cuenta Miranda.
«El asunto pasa por generar una relación polinómica entre las variables pertinentes que dan cuenta del equilibrio entre los capitales humanos y económico-financieros; esta relación debería incluir tanto variables microecónomicas que nos entregaran una métrica de la dinámica empresarial, como también la interrelación con las variables relevantes de la actividad económica agregada. Se trata finalmente de una discusión primeramente técnica y después política», sostiene.
El docente de la Universidad del Pacífico cree que el ámbito económico restringe la discusión y es necesaria una visión más global donde aparezcan factores tales como el capital social, acceso a información, nivel de educación, certificaciones laborales e incentivos de producción.
En relación a cuando sería apropiado establecerlo, «no hay que esperar más. Chile se encamina al desarrollo, por lo menos en términos económicos, y se espera alcanzar el año 2017 US$ 20 mil per cápita», comenta.
Más categórico es la profesional de la Universidad San Sebastián, quien indica que «para fijar el salario, éste no debería superar en una gran proporción a la inflación, es decir, entre un 5% y 6% podría considerarse aceptable».
Lo anterior es ratificado por la experta de Libertad y Desarrollo, quien explica que para no generar problemas de desempleo y en la viabilidad de las empresas, el reajuste del salario debe estar de acuerdo con el aumento de la productividad y los aumentos de precios de los bienes.
«Es por eso que la fórmula que se suele recomendar es un ajuste por productividad (aumento de PIB por trabajador), más un ajuste por inflación. Para este año, esa cifra no sería superior a un 6% nominal de reajuste, lo que significa una cifra no más allá de $223 mil», asegura.
Fuente: Elmercurioonline

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