volcan lava en oceanoUna pirámide de más de 50 metros de altura. Es el resultado de la acumulación de material magmático de la erupción volcánica de Cumbre Vieja caído al mar durante las primeras horas

La llegada de la lava al mar viene a poner de relieve la virulencia y el calado de la erupción

Cumbre Vieja Esto es lo que pasa cuando la lava llega al mar

Y sobre la medianoche, después de 10 días manando sin descanso y habiendo soltado ya en ese tiempo más magna como en dos meses, hace 50 años, la erupción del Teneguía, la lava del volcán Cumbre Vieja, en la isla canaria de La Palma, llegó finalmente al océano Atlántico.

Aunque los vulcanólogos insisten en que se trata más de un hito periodístico que de un hecho con relevancia científica -más allá de la liberación de gases y el efecto en los fondos marinos-, la llegada de la lava al mar vino a poner de relieve la virulencia y el calado de la erupción, que ha arrasado ya centenares de casas en la zona de Todoque y La Laguna.

Anoche, tras el contacto de las dos sustancias a la altura de Tazacorte, la principal preocupación de los científicos pendientes del trance era la liberación de gases tóxicos, al entrar en contacto el magma, a una temperatura estimada de 1.000-1.100 grados centígrados, con el agua del océano, que a estas alturas del año no está a más de 20.

Las especulaciones sobre si la lava llegaría en efecto al mar se habían convertido en un estribillo aburrido en los últimos días. No había noche en que no se predijera que podía ocurrir, pero los científicos del Instituto Vulcanológico de Canarias pedían paciencia. Esta noche todo cambió. El magma, manando a una velocidad de 300 metros a la hora y deslizándose sobre la lava que ya había bajado antes en dirección al mar como quien se desliza sobre un tobogán, sorprendió incluso a los propios vulcanólogos.

Arribó a la playa de Los Guirres no en su versión oscura y negra, sino en la naranja e incandescente, como este diario pudo observar desde el mirador del Time, a varios kilómetros de distancia, entre llamaradas y fuegos, y se fue a zambullir en el océano con fuerza, produciendo una nube blanquecina.

Arriba, como para celebrarlo, el cráter del impresionante volcán estaba explosionando y produciendo lava a chorro, de una forma mucho más salvaje por ejemplo que la noche anterior, sangrando magma por al menos tres vías y produciendo una impactante columna vertical de humo.

La llegada al mar de la lava, en todo caso, parecía inevitable a la vista de que tanto la erupción del volcán de San Juan, en 1949, como la de Teneguía, en 1971, llegaron a besar el agua. Más aún teniendo en cuenta que Cumbre Vieja ha soltado ya 50 millones de metros cúbicos de lava, una cantidad muy apreciable para los expertos. Las medidas de seguridad con respecto a los gases han sido, no obstante, cuidadosamente dispuestas: el único fallecido en Teneguía lo fue por mor de estas emanaciones.

La lava se ventiló así la última carretera que le quedaba por cortar, la más cercana a la costa, después de días un tanto encallada en la zona de Todoque y La Laguna. Al hallar un reservorio de magma aparentemente más líquido a mayor profundidad en las entrañas de la tierra, según certificaron los científicos de Pevolca, en vez de avanzar por la superficie lenta como una serpiente negra de 20 metros de altura y ademanes parsimoniosos, repentinamente comenzó a bajar como en cascada.

No sólo eso. Donde antes avanzaba con una anchura de unos 300 metros, de pronto comenzó a abrir a sus lados como nuevos apéndices, «dedos», según los expertos, y alcanzó la brutal anchura de casi un kilómetro de frente, arrasando e incendiando todo a su paso en esa dimensión.

De estromboliano había pasado a hawaiano: menos explosivo pero mucho más fluido. Era cuestión de horas que, bajando en patines ladera abajo, llegara al mar. Lo hizo en torno a las 23.00 horas, sorprendiendo a los observadores del Instituto Vulcanológico de Canarias, pero no tanto a los del Instituto Español Oceanográfico, cuyo buque, Ramón Margalef, se distanció medio kilómetro de la costa para evitar los gases tóxicos del trance.

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